Intermediate Spanish Stories

E73 El Tren de Hierro, Un Monstruo en Fuga

InterSpanish Season 5 Episode 73

On May 12, 1989, at 7:36 a.m., a freight train from the Southern Pacific, transporting trona, lost control while descending Cajon Pass, derailed catastrophically on an elevated curve, and plowed into a residential area on Duffy Street, a quiet residential street in San Bernardino, California.

The accident was devastating; the lead locomotives and all freight cars were destroyed. 

The conductor, head-end brakeman, and two residents lost their lives in the incident. In addition, seven houses on the street immediately next to the tracks were demolished by the wreck, as were the lead locomotives and all of the freight cars. 

Clerks in Mojave had miscalculated the weight of the train, while the engineer and crew were unaware that one of the rear helper engines had inoperative dynamic brakes. Hence, there was not enough dynamic braking force available to maintain control of the train's speed during the descent. 


This is the story of the San Bernardino train derailment in 1989. 

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Retumban los rieles, la noche despierta,
  el silbido rasga la sombra incierta,
  es un tren de hierro, monstruo en fuga,
  con fuego en las entrañas y furia en la nuca.

Cruza la cima, la montaña tiembla,
  la luna se esconde, el viento lo observa,
  las ruedas rechinan con grito salvaje,
  y un alma sin freno desciende el paisaje.

Los árboles huyen con ramas al cielo,
  las rocas se apartan del viejo sendero,
  el tren va rugiendo, bestia inconsciente,
  con garras de acero, con dientes ardientes.  

Se alza el descarrilo como un huracán,
  las ruedas se arrancan, el metal se va,
  la máquina vuela, truena, se revuelca,
   la curva lo embiste… la muerte le canta.

Casas que tiemblan, árboles partidos,
  animales huyen, niños sin abrigo,
  el fuego devora, la noche es lamento,
  y el tren, ya cadáver, gime entre el viento.  

Silencio después.
  Solo humo y quebranto.
  Un valle de acero, carbón y espanto.
  Y en la cima, quieta, la vía observa
  el eco del monstruo que lo destruye todo.


[The rails rumble, the night awakens,
 the whistle tears through the uncertain shadow,
 It's an iron train, a monster on the run,
 with fire in its guts and fury on its necks.  

Crosses the summit, the mountain trembles,
 the moon hides, the wind watches it,
 the wheels squeal with a wild cry,
 and a soul without restraint descends the landscape.  

The trees flee with branches to the sky,
 the rocks move away from the old path,
 The train is roaring, an unconscious beast,
 with claws of steel, with burning teeth.  

The derailment rises like a hurricane,
 the wheels are torn off, the metal is gone,
 the machine flies, thunders, rolls,
 The curve hits it... death sings.  

Houses shaking, trees broken,
 animals fleeing, children without shelter,
 The fire devours, the night is a lament,
 and the train, already dead, moans in the wind.  

Silence after.
 Only smoke and destruction.
 A valley of steel, coal, and terror.
 And at the top, still, the road watches
 the echo of the monster that destroys everything.]

 
 

El 12 de mayo de 1989, a las 7:36 a.m., un tren de carga del Southern Pacific freight train que transportaba minerales, viajaba por San Bernardino, California, se descarriló de manera catastrófica en las inmediaciones de Duffy Street, una tranquila calle residencial.

Hace 36 años, los residentes de esa ciudad aún recuerdan con dolor la horripilante catástrofe ocurrida y lamentan las personas que perdieron la vida, sus hogares, el daño a su comunidad y lo mucho que quedó destruido como consecuencia este desastre.

El accidente fue devastador, las locomotoras principales y todos los vagones de carga quedaron completamente destrozados. El conductor del tren, un operador y dos residentes perdieron la vida en el incidente. Además, siete casas situadas junto a las vías del ferrocarril fueron demolidas, dejando a numerosas familias sin hogar. Esta es la historia del desastre del descarrilamiento de tren de San Bernardino en 1989.

San Bernardino, California

San Bernardino, ubicada en la región del   Inland Empire en el sur de California, es una ciudad llena de historia y cultura. Como sede del condado de San Bernardino, sirve como centro para el comercio y el transporte en la región. La ciudad se encuentra aproximadamente a 60 millas al este de Los Ángeles, lo que la convierte en un destino conveniente para aquellos que buscan una combinación de acceso a la gran urbe y vida tranquila en los suburbios. El viaje entre Los Ángeles y San Bernardino suele durar aproximadamente una hora, dependiendo de las condiciones del tráfico, y proporciona una puerta de entrada a los impresionantes paisajes naturales de la zona.

San Bernardino es famoso por su rico patrimonio cultural, que incluye monumentos históricos como la icónica Ruta 66 y el sitio original del primer restaurante McDonald's, que ahora es un museo. La ciudad también está rodeada de una impresionante belleza natural, con la proximidad al San Bernardino National Forest que ofrece oportunidades para practicar senderismo, acampar y recreación al aire libre. El pulso urbano de la ciudad se funde a la perfección con su acceso a la naturaleza, lo que la convierte en un lugar único en el sur de California.  

 

La configuración del tren

El tren mencionado en este relato era un tren de mercancías especializado en el transporte de trona, un mineral crucial en la producción de carbonato de sodio, utilizado en una variedad de aplicaciones industriales. Como es característico de los trenes de mercancías de gran escala, este operativo estaba compuesto por varias locomotoras, o locomotives, distribuidas estratégicamente: cuatro locomotoras en la parte delantera para arrastrar la carga principal y dos locomotoras auxiliares en la parte trasera para proporcionar apoyo adicional durante el trayecto.

Este tren, con un total de 69 vagones tolva, o hopper cars, tenía una capacidad de transporte de 100 toneladas métricas por vagón, lo que le permitía manejar un peso impresionante de 7000 toneladas métricas en total. La carga inicial se realizó en Rosamond, una localidad ubicada a unas 90 millas 0 144 km de San Bernardino, antes de emprender su recorrido hacia el puerto de Los Ángeles. Allí, el mineral sería embarcado con destino a Colombia, como parte de un contrato adquirido por Southern Pacific a principios de mayo de 1989.

El proceso de carga

El mineral fue cargado en los vagones arrendados por Lake Minerals, la compañía minera responsable de la extracción y venta de la trona. Cada vagón tolva, con capacidad para 100 toneladas métricas, debía ser llenado y registrado con precisión. Sin embargo, durante el proceso de documentación final, surgió un problema crítico. La compañía minera entregó al empleado encargado, una documentación que indicaba un peso "cargado" de solo 60 toneladas métricas por vagón. Este dato, muy inferior al peso real, fue introducido en los registros oficiales.

La información incorrecta proporcionada sobre el peso de la carga tuvo un impacto significativo en la organización y operación del tren. La configuración de las locomotoras, la distribución de peso y la planificación del recorrido se basaron en estos datos. Este fallo en los registros genero riesgos operativos graves, ya que el peso real del tren superaba considerablemente lo registrado en los documentos.

Los eventos:

Era la noche del 11 de mayo cuando el maquinista Frank Holland, de 33 años, el conductor Everett Crown, de 35, y el guardafrenos Allan Riess, de 43, llegaron a la estación de Mojave para tomar el mando de las locomotoras destinadas al envío de trona que los esperaba.

Poco después de la medianoche, exactamente a las 12:15 a. m. del 12 de mayo, el tren partió hacia Palmdale. Allí, los esperaba una locomotora auxiliar que debía acoplarse a la parte trasera del tren. Su función sería crucial: proporcionar la fuerza de frenado adicional necesaria para descender con seguridad por las traicioneras pendientes del desafiante terreno de Cajon Pass. 

Cajon Pass es un paso de montaña vital ubicado al norte de San Bernardino, que conecta el Inland Empire al sur con las regiones desérticas de Victor Valley al norte y más allá. Esta característica geográfica es una parte integral de la carretera Interestatal 15, una de las principales rutas de transporte en el estado, lo que facilita los viajes y el comercio entre el sur de California y Nevada, incluidos los principales destinos como Las Vegas.

Una vez cargados los vagones, el tren estaba listo para emprender su trayecto desde Palmdale hacia San Bernardino pasando por Cajon Pass. Todo parecía normal. Los cálculos del peso del tren afirmaban una cifra actualizada de 8900 toneladas métricas. Este dato era clave, ya que determinaba la cantidad de locomotoras con frenos dinámicos necesarios para mantener el tren bajo control. 

El despachador concluyó que se requerían seis locomotoras en óptimas condiciones, pero la tripulación desconocía un detalle alarmante. Entre las locomotoras del tren se encontraba la maquina #7551, que tenía serios defectos mecánicos.

Frank Holland, el experimentado maquinista, desconocía que el peso del tren registrado en su documentación era incorrecto. Basado en esta información incompleta, asumió que con cinco locomotoras operativas sería suficiente para realizar el trayecto con seguridad. Sin embargo, los vagones tolva y la locomotora defectuosa #7551 dependían únicamente de los frenos neumáticos, los cuales tienen un rendimiento limitado. A velocidades superiores de 25 mph o 40 km/h, estos frenos tienden a perder efectividad debido al calor extremo generado por la fricción.

Aun si todas las locomotoras hubieran tenido sus frenos dinámicos en perfectas condiciones, habría sido necesario recurrir también a los frenos neumáticos para garantizar un descenso seguro. Pero con una locomotora fuera de servicio, el papel de los frenos neumáticos se tornó aún más crítico y complicado. Sin esta información crucial, la tripulación avanzaba hacia un desafío que ninguno de ellos podía prever completamente.

El tren se adentraba en la noche, cargado con un peso monumental y acompañado de secretos mecánicos que pronto pondrían a prueba no solo al equipo, sino también la seguridad de toda la operación.

Aproximadamente a las 7:15 a. m., bajo un cielo teñido de tonos grises y rosados del amanecer, el tren se adentró en la cima de la cuesta cerca de la montaña. Desde este punto elevado, el paisaje se extendía hacia la ladera sur del Cajon Pass, con colinas escarpadas y caminos serpenteantes que parecían perderse en la inmensidad. Sin embargo, lo que seguía no era una travesía tranquila; era el inicio de un descenso que cambiaría vidas para siempre.

El tren comenzó a ganar velocidad rápidamente. Superó los 25 mph o 40 km/h, y Frank Holland, el experimentado conductor que llevaba años trabajando en los ferrocarriles, enfrentó inmensos desafíos para controlar la velocidad y sintió la creciente dificultad de mantener el control. La fuerza de la gravedad parecía jugar en su contra, mientras él intentaba utilizar el frenado dinámico y los frenos neumáticos, con cuidado de no sobrecalentarlos demasiado rápido. La tensión era palpable en la cabina, y sus manos se aferraban a los controles en un intento desesperado para evitar lo inevitable. A pesar de sus esfuerzos y los de las locomotoras que le asistían, el tren continuó acelerando. Por radio, Holland pidió ayuda a las locomotoras auxiliares, instándolas a aplicar los mismos procedimientos, pero parecía que el tren tenía mente propia. Era como si las vías se hubieran convertido en un río desbordado, arrastrando el tren sin resistencia.

Lawrence Hill, otro miembro de la tripulación, desesperado ante los esfuerzos fallidos, tomó una decisión drástica: activar la parada de emergencia. Sin embargo, esta acción apagó los motores del tren y, junto con ellos, desactivó el frenado dinámico, dejando a la imponente máquina aún más vulnerable. En cuestión de minutos, el registrador de datos, diseñado para medir velocidades, superó su límite de 90 mph o 145 km/h. Los frenos neumáticos, sobrecargados por el calor extremo, comenzaron a fallar, liberando un humo denso y oloroso que llenó el aire. El tren estaba condenado desde el momento en que inició el descenso.

A las 7:36 a. m., el tren entró en un giro de cuatro grados hacia la izquierda, justo al norte de Highland Avenue. Este giro, limitado a 40 mph o 64 km/h, se convirtió en una trampa mortal. El coloso de acero no logro reducir su velocidad y circulaba a 110 mph o 177 km/h. En un instante, el descarrilamiento se produjo. Las locomotoras delanteras se volcaron, con un estruendo que resonó como unos gigantescos rugidos en las colinas, arrasando siete de las ocho casas residenciales en el lado oeste de Duffy Street. El impacto fue devastador, dejando detrás un escenario de caos y destrucción.

La tragedia cobró la vida del maquinista Everett Crown, el operador de la tercera maquinaria, Allan Riess, y dos niños, Jason Thompson y Tyson White de tan solo 10 y 7 años, que vivían en una de las casas destruidas. Cuatro residentes más, junto con los tres miembros restantes de la tripulación del tren, resultaron heridos. El descarrilamiento dejó el lugar cubierto de fragmentos de tren y viviendas, mientras que una gruesa capa de trona, un mineral transportado por el tren cubría la escena como un manto blanco, haciendo que algunos observadores confundieran el polvo con nieve. Las fotografías posteriores mostraron una imagen casi irreal: un desastre brutal envuelto en una capa aparentemente pacífica y serena.

En las horas posteriores a la tragedia, Southern Pacific brindó asistencia a los residentes afectados por el descarrilamiento, pero las cicatrices del desastre fueron profundas. Muchos de los habitantes decidieron abandonar el área, dejando atrás sus hogares y recuerdos. Como medida preventiva, las autoridades municipales intervinieron, reclasificando las parcelas más cercanas a la vía férrea, en el lado sur de la calle Duffy, como espacio abierto, prohibiendo su reconstrucción para evitar futuros riesgos.

Sin embargo, la recuperación en la zona fue lenta. Parcelas cercanas que tenían el potencial de ser re urbanizadas permanecieron desoladas durante años. Y no fue sino hasta 2016 que al menos tres casas fueron finalmente reconstruidas, marcando un pequeño paso hacia la revitalización de la comunidad.

A raíz del accidente, Southern Pacific adoptó cambios cruciales en sus operaciones. Modificó sus procedimientos de pesaje de carga, obligando a sus empleados a asumir que cada vagón transportaba la carga máxima permitida en ausencia de documentación precisa. Este enfoque garantizaba que los despachadores asignaran el número mínimo de locomotoras necesario para asegurar la capacidad adecuada de frenado en terrenos escarpados, una medida diseñada para prevenir catástrofes similares.

A pesar de los esfuerzos por mejorar la seguridad, los rieles de ferrocarril que cruzan sobre Cajon Pass permanecen activos. Siete años después del accidente, la empresa Southern Pacific fue adquirida por Unión Pacífic, que todavía opera trenes sobre las mismas vías que fueron escenario de esta tragedia. El recuerdo persiste en la memoria de quienes vivieron el desastre, y las colinas del sur llevan consigo los ecos de una historia que continúa en las sombras de los vagones que recorren el paisaje.

Las consecuencias

El accidente también puso en evidencia la necesidad de reforzar las medidas de seguridad ferroviaria, ya que el incidente fue atribuido a una combinación de errores humanos y problemas técnicos. Años después, se implementaron regulaciones más estrictas para evitar tragedias similares.

La historia de este tren de mercancías no solo destaca la importancia de la logística en el transporte ferroviario, sino que también subraya la necesidad de precisión en la documentación de carga. Un error como el señalado no solo representa un riesgo para la seguridad operativa, sino que también puede tener repercusiones económicas y contractuales para las partes involucradas.

Este caso sirve como recordatorio del delicado equilibrio que requiere la industria de transporte de mercancías, donde cada decisión y cada registro pueden influir de manera crítica en el resultado final.

 

El legado del desastre

El impacto del descarrilamiento no solo fue material, sino también emocional. La comunidad quedó profundamente afectada al ver cómo un vecindario lleno de vida fue destruido en apenas unos segundos. Los residentes lamentaron la pérdida de vidas humanas, el daño irreversible a sus hogares y la fractura de su comunidad.

Para los residentes de San Bernardino, el recuerdo del desastre de 1989 sigue vivo. Cada año, se rinde homenaje a las personas que perdieron la vida y a las familias que lo perdieron todo. Aunque se han reconstruido las casas y las vidas poco a poco, el dolor y las memorias de aquella fatídica jornada permanecen en el corazón de la comunidad.

Este evento no solo marcó la historia de San Bernardino, sino que también sirvió como un recordatorio de la resiliencia de las comunidades que enfrentan tragedias. Hoy, San Bernardino sigue adelante, pero nunca olvida a quienes fueron afectados por este desastre.

El Cajon Pass conocido por su belleza natural y su importancia como ruta comercial, se convirtió en el escenario de una tragedia que dejó cicatrices imborrables en los residentes locales y en los trabajadores ferroviarios. Este evento no solo marcó un día fatídico en la historia de la región, sino que también resaltó las peligrosas consecuencias de desafiar los límites de la tecnología y la naturaleza. La ladera sur del Cajon Pass fue testigo de cómo un tren, aparentemente invencible, sucumbió ante la gravedad y el destino.

 

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