
Intermediate Spanish Stories
For intermediate Spanish language learners (A2 - C2) Improve your Spanish language listening comprehension skills and immerse yourself in interesting stories on various topics in Spanish (Mexico) spoken at a slower pace to increase understanding of oral language and build vocabulary. There are no grammar lessons, just stories.
You can find the free transcript on the website, in the tab behind the description.
If you have an interesting story or topic you would like me to cover, you can send me your suggestions via email at: InterSpanishpodcast@gmail.com
Intermediate Spanish Stories
E74 La Santa Inquisición en la Nueva España - El Horror de la Hoguera
The Holy Inquisition was established in 1478 in Spain and later expanded to its colonies, including New Spain in the Americas under the protection of the Spanish Crown and the Catholic Church .
Its primary goal was to enforce religious conformity and combat heresy, and it exercised strong ideological and religious control for almost 300 years.
In its quest to preserve Catholic orthodoxy, it persecuted and punished hundreds of people, particularly among those who had converted to Christianity from other faiths, and accused them of committing alleged crimes against the faith, many of them without solid evidence or guarantees of justice.
The legacy of the Inquisition remains as a reminder of the dangers of religious fanaticism and the abuse of power in the name of faith.
Its story serves as a warning of the importance of always defending pluralism, human rights, and freedom of conscience without fear of persecution.
Send me a text but know that I can’t respond here
You will find the full transcript behind the show notes: https://interspanish.buzzsprout.com
If you have a story or topic you would like me to cover, please send your suggestions to: InterSpanishPodcast@gmail.com
Please visit my socials:
https://linktr.ee/InterSpanish
La Santa Inquisición en la Nueva España: El Horror de la Hoguera
En las vastas tierras de la Nueva España,
donde el destino se entrelazaba con un imperio en expansión,
surgió una fuerza oscura
una peste invisible que marchaba sin huella.
No alzaba estandartes, ni bandera,
un poder sin rostro con mil ojos,
sin voz, pero con ecos que helaban la sangre.
Durante casi tres siglos, un tribunal oculto,
disfrazado de virtud y justicia divina,
silencioso en sus deliberaciones,
pero estruendoso en sus sentencias.
Deslizado por los pasillos de conventos y palacios,
espiaba pensamientos, susurraba condenas,
arrancando confesiones, apagando voces,
desde el más humilde indígena hasta el más encumbrado virrey.
En sus celdas cerradas, los gritos no escapaban,
se quedaban atrapados entre muros de piedra
y juramentos rotos.
El miedo se volvió compañero constante.
Bastaba una acusación susurrada,
una mirada desviada,
una palabra mal dicha,
para abrir las puertas del tormento.
Un terror que no venía del filo de una espada,
sino del abismo insondable del juicio moral,
un espectáculo de llamas
que purificaba más al verdugo que al condenado.
Si escuchas al viento en los claustros antiguos,
o sientes frío donde no lo hay,
recuerda que su nombre fue dicho con temor,
con lágrimas, con ceniza…
Su nombre... La Santa Inquisición.
[In the vast lands of New Spain,
where fate intertwined with an expanding empire,
A dark force emerged
an invisible plague that marched without a trace.
It raised no banners, no flag,
a faceless power with a thousand eyes,
without a voice, but with echoes that froze the blood.
For nearly three centuries, a hidden court,
disguised as virtue and divine justice,
silent in his deliberations,
But thunderous in its judgments.
Sliding through the corridors of convents and palaces,
spied on thoughts, whispered condemnations,
extracting confessions, silencing voices
from the humblest indigenous person to the most exalted viceroy.
In its closed cells, the screams did not escape,
They were trapped between stone walls
and broken oaths.
Fear became a constant companion.
A whispered accusation was enough,
a stray glance,
a badly said word,
to open the gates of torment.
A terror that did not come from the edge of a sword,
but from the unfathomable abyss of moral judgment.
A spectacle of flames
that purified the executioner more than the condemned.
If you listen to the wind in the ancient cloisters,
Or you feel cold where there is none,
Remember that its name was said with fear,
with tears, with ashes…
Its name... The Holy Inquisition.]
* * * * *
La Inquisición española, formalmente conocida como el Tribunal del Santo Oficio, fue instituida en 1478 por los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, como parte de su proyecto político y religioso para unificar sus reinos. Su matrimonio representó una unión dinástica clave entre los reinos de Castilla y Aragón, consolidando el poder de la Corona y dando paso al proceso de unificación territorial que más tarde conformaría la España moderna.
Asimismo, Isabel y Fernando fueron los primeros monarcas en ser reconocidos como los “Reyes de España”.
La historiografía suele considerar su reinado como el puente entre la Edad Media y la Edad Moderna, una etapa de profundas transformaciones políticas, sociales y religiosas.
A diferencia de otras inquisiciones medievales, esta nueva institución estuvo directamente bajo el control de la monarquía, lo que les permitió a los reyes ejercer un control ideológico más riguroso y centralizado. Su objetivo principal era erradicar la herejía, particularmente entre los judíos y musulmanes conversos al catolicismo, sospechosos de seguir practicando sus antiguas religiones en secreto.
La Inquisición no fue únicamente un instrumento de vigilancia religiosa; también se convirtió en una poderosa herramienta del poder real para consolidar su autoridad y forjar una identidad nacional profundamente arraigada en la fe católica. Este instrumento ideológico se proyectó más allá de las fronteras peninsulares, extendiéndose por todos los territorios bajo dominio de la Corona, desde España hasta América y otras posesiones coloniales.
La llegada de Hernán Cortés y su expedición a las costas de México en 1519, marcó el inicio de la conquista del Imperio Mexica, que culminó con la caída de Tenochtitlán en 1521. Esta victoria facilitó una rápida expansión del dominio español en el Nuevo Mundo y, con ella, surgió la necesidad de un control religioso más estricto y riguroso sobre las creencias y prácticas religiosas de las poblaciones conquistadas.
El Imperio español se enfrentó entonces a un vasto y diverso territorio, cuyas complejidades culturales y espirituales representaban no solo un reto político y militar, sino también —y, sobre todo— un desafío religioso. Ante esta realidad, la Inquisición se presentó como el mecanismo ideal para vigilar, disciplinar y unificar espiritualmente a los súbditos del creciente imperio bajo la estricta ortodoxia católica.
Durante este periodo, el rey Felipe II gobernó España desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte en 1598, en una época que coincidió con el esplendor del Siglo de Oro, caracterizado por un notable gran desarrollo artístico, literario e intelectual en el marco del Renacimiento.
Su reinado marcó la consolidación del Imperio español como una de las potencias más influyentes del mundo, tanto en Europa como en sus vastos territorios coloniales en América.
En 1554, Felipe II contrajo matrimonio por segunda vez con la reina María I de Inglaterra, también conocida como Mary Tudor, hija de Enrique VIII y hermana mayor de Isabel I.
Felipe II de España y Mary de Inglaterra, ambos fervientes católicos, son recordados en la historia por haber tomado medidas extremas en nombre de su fe, lo que resultó en graves atropellos y persecuciones.
Mary derogó las leyes religiosas de su padre y su hermano, Eduardo VI, que habían establecido el protestantismo como la religión oficial de Inglaterra, y restableció la autoridad papal. Mary se mantuvo firme en su fe católica. Cuando ascendió al trono en 1553, se propuso restaurar el catolicismo en Inglaterra. Y llevó a cabo una brutal persecución contra los protestantes a quienes consideraba herejes. Durante su reinado, alrededor de 280 protestantes fueron quemados en la hoguera por negarse a renunciar a sus creencias. Este período le valió el apodo de "Bloody Mary"
Si bien la intención de Mary era purificar la Iglesia y devolver a Inglaterra al seno del catolicismo, sus métodos fueron crueles y generaron un profundo resentimiento y una fuerte oposición al catolicismo en el país.
De la misma manera, Felipe II fue un monarca profundamente religioso que se veía a sí mismo como el defensor principal del catolicismo en Europa, una misión que consideraba su deber divino. y dedicó considerables esfuerzos a erradicar el protestantismo y a mantener la ortodoxia religiosa dentro de sus dominios.
Esta convicción no era solo personal, sino también una estrategia política, ya que veía la unidad religiosa como sinónimo de lealtad para su vasto imperio. El protestantismo, por el contrario, era percibido como una amenaza de desintegración y rebelión.
Con la expansión del Imperio Español en América, la necesidad de mantener la pureza de la fe católica se extendió también a los nuevos territorios. Por ello en 1571, Felipe II emitió una Real Cédula que autorizaba la creación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Ciudad de México, capital del virreinato de la Nueva España.
El objetivo principal de la Inquisición era de preservar la supremacía de la fe católica, vigilar la pureza de las creencias y prácticas religiosas, así como perseguir toda manifestación considerada herética o contraria a los principios cristianos.
Las poblaciones indígenas del Nuevo Mundo eran numerosas y culturalmente complejas. Civilizaciones como la mexica, la maya, la purépecha y muchas otras en Mesoamérica poseían estructuras religiosas profundamente arraigadas, con panteones de deidades, rituales sagrados (incluyendo sacrificios humanos en algunas culturas), cosmovisiones sofisticadas y prácticas ancestrales que formaban parte esencial de su identidad colectiva. La Inquisición desempeñó un papel indirecto en la vigilancia del proceso de evangelización y conversión al catolicismo del pueblo nativo.
La conversión al catolicismo no implicaba únicamente el reemplazo de una divinidad por otra, sino la transformación radical de toda una visión del mundo. Los primeros misioneros enfrentaron enormes desafíos para lograr que la adopción del cristianismo fuera genuina y no meramente superficial o impuesta por la fuerza.
La iglesia temía que, tras una fachada de aceptación, muchos indígenas continuaran practicando en secreto ritos paganos o ceremonias que mezclaban elementos católicos con creencias tradicionales. Aunque una parte significativa de la población indígena adoptó el catolicismo, en muchos casos lo hizo bajo presión social, manteniendo en privado sus antiguas creencias.
La Nueva España era un crisol de personas que llegaban de diferentes partes de Europa, con diferentes culturas y credos, resultado de la rápida expansión del dominio español.
Esta diversidad reveló la necesidad urgente de establecer un sistema de control religioso más sólido y centralizado para garantizar la ortodoxia católica entre los distintos grupos de poblaciones.
Como firme defensora del catolicismo, España temía la infiltración de ideas protestantes en sus colonias, así como la persistencia de prácticas religiosas indígenas consideradas paganas. Además, existía la preocupación de que judíos o musulmanes conversos, perseguidos previamente en España por la Inquisición, pudieran emigrar a las colonias y practicar sus religiones en secreto, poniendo en riesgo la integridad de la nueva sociedad cristiana.
En un imperio tan vasto y diverso, la uniformidad religiosa, era vista como un pilar para la estabilidad política y social, ya que una población unificada en la fe era más fácil de gobernar que una fragmentada por diversas sectas religiosas. La Inquisición ayudaba a imponer esta uniformidad.
La creación de este tribunal en la Ciudad de México tenía varios objetivos:
Mantener la ortodoxia católica y asegurar que la fe, fuera la única practicada y que no surgieran desviaciones ni herejías, especialmente ante la creciente influencia del protestantismo en Europa.
La Inquisición no solo se enfocaba en la herejía, sino también en controlar las faltas contra la moral, como la bigamia, la poligamia, la hechicería y la brujería, así como en la censura de libros y pensamientos considerados peligrosos.
Una vez establecido formalmente en la Ciudad de México, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición comenzó a operar como una institución autónoma, aunque bajo la supervisión general de la Corona. Su jurisdicción se extendía sobre todos los habitantes no indígenas del virreinato, incluyendo españoles peninsulares, criollos, mestizos, mulatos y otros grupos considerados capaces de comprender plenamente la doctrina católica.
Pero no tenía jurisdicción directa sobre los pueblos indígenas recién conquistados quienes eran considerados neófitos en la fe, es decir, recién convertidos al cristianismo, y en un estado de crecimiento espiritual que necesitan maduración en su nuevo camino.
Durante los casi 300 años de su funcionamiento en la Nueva España, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, fue una institución que generó un profundo terror y sufrimiento.
Los procedimientos eran secretos y rigurosos. Los "horrores y atrocidades" se manifestaban en el proceso mismo y en las penas impuestas, afectando no solo el cuerpo sino, quizás más profundamente, la psique y la dignidad de los acusados.
Una de las mayores fuentes de terror era que las denuncias podían hacerse de forma anónima, y el acusado no conocía la identidad de sus acusadores ni los cargos específicos al momento del arresto. La sospecha y vigilancia constante se posó con particular dureza sobre los más vulnerables: las mujeres, a menudo acusadas de hechicería y brujería; y los pobres, desprovistos de recursos para defenderse.
Una vez iniciada la investigación por parte del Tribunal del Santo Oficio, el acusado era arrestado y recluido en las llamadas “cárceles secretas”, donde permanecía completamente incomunicado. Las condiciones solían ser deplorables, las celdas eran oscuras, húmedas y mal ventiladas; muchas veces infestadas de plagas, con alimentación precaria.
Este aislamiento total, sin contacto con familiares ni asistencia legal, generaba una profunda angustia psicológica cuyo propósito era provocar la confesión del supuesto delito y facilitar su arrepentimiento.
Aunque no todos los casos incluían tortura física, la reclusión prolongada, la incertidumbre y las condiciones deplorables constituían en sí mismas una forma de tormento generando un gran temor en la sociedad colonial.
Los inquisidores eran expertos en interrogar en técnicas de manipulación y presión psicológica. Utilizaban el miedo a lo desconocido, la culpa religiosa y la promesa de clemencia a cambio de confesiones que muchas veces, eran utilizadas como base para condenas más severas.
En los casos donde existían sospechas firmes, pero no pruebas suficientes, se recurría a la tortura, dejando a menudo a los acusados con lesiones permanentes, mutilaciones, discapacidades físicas y traumas psicológicos duraderos.
Desde el momento de la detención, los bienes del acusado eran incautados por el tribunal, lo que no solo financiaba el proceso inquisitorial, sino que también dejaba en la ruina a sus familias, incluso si el acusado era declarado inocente o recibía una pena menor. La recuperación de los bienes confiscados era extremadamente difícil y pocas veces exitosa.
A quienes eran condenados se les imponían castigos públicos para reforzar la autoridad del tribunal. El más representativo era el uso del sambenito, una túnica con símbolos que identificaban el delito cometido, obligando al condenado a exhibirse públicamente como forma de castigo.
El acto culminante era el Auto de Fe, una ceremonia pública en la que se leían las sentencias. Los condenados desfilaban con sus sambenitos, recibían sus sentencias públicamente y eran objeto de la condena social. Este evento era aterrador y humillante, diseñado para infundir miedo y reafirmar el poder de la Iglesia y la Corona.
Para aquellos considerados herejes impenitentes o reincidentes, o sea aquellos que no se arrepentían de sus delitos, el castigo final era la muerte en la hoguera.
El fuego era visto como una purificación del alma para el hereje condenado. Era una muerte agonizante, pública y aterradora, diseñada para infundir el máximo terror y servir como advertencia.
Aunque en la Nueva España estas ejecuciones fueron menos frecuentes que en España, su impacto simbólico y psicológico fue enorme, el impacto de su presencia fue profundamente devastador en los ámbitos social, cultural y espiritual, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva colonial.
Un año antes de que México alcanzara su independencia, se extinguía formalmente una de las instituciones más temidas y emblemáticas del régimen colonial: el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que había ejercido su poder durante casi tres siglos en la Nueva España.
Aunque su abolición fue proclamada inicialmente en el contexto de las reformas ilustradas, la Inquisición fue restaurada brevemente tanto en España como en sus colonias americanas. Así, la población novohispana siguió sufriendo por algunos años más los rigores de sus métodos represivos, los juicios secretos y las condenas arbitrarias.
Y no fue sino hasta 1820, con la restauración del régimen liberal en España y la reinstauración de la Constitución de Cádiz, que se decretó la supresión definitiva del Tribunal. Esta decisión selló el fin oficial de la Inquisición en tierras mexicanas, justo en el umbral de su independencia política. Con ello, marcó el cierre de uno de los capítulos más oscuros de la historia virreinal.
Esto dio un paso clave hacia la construcción de un Estado moderno y más respetuoso de las libertades individuales, donde la fe dejó de ser impuesta por la fuerza y comenzó a ser una elección personal.
Conclusión:
La Santa Inquisición en México fue una institución que, bajo el amparo de la Corona española y la Iglesia católica, ejerció durante casi 300 años, un fuerte control ideológico y religioso. En su afán por preservar la ortodoxia católica, persiguió y castigó a cientos de personas acusadas de cometer supuestos delitos contra la fe, muchos de ellos sin pruebas sólidas ni garantías de justicia.
El legado de la Inquisición permanece como un recordatorio de los peligros del fanatismo religioso y del abuso de poder en nombre de la fe.
Su historia advierte sobre la importancia de defender siempre la pluralidad de pensamiento, los derechos humanos y la libertad de conciencia sin temor a la persecución.